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POESÍA EN PARADAS

Con Lola Rodríguez

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Poemas de Lola: Acerca de

POEMAS DEL ALMA    

 

Sobre tu alameda, mi pueblo andaluz, 

arrastré la blanca túnica de días de mi juventud.                                

 

Que no se pierda la magia

de esa mañana de enero

porque la llevo grabada

en lo más hondo del pecho.

 

Era la voz de mi madre

que al toque de las campanas 

me despertaba besando 

mi frente de rosa blanca.

 

Mira, qué lindo juguete

te han dejado en la ventana

esos tres Reyes de Oriente

que alumbran la madrugada

y traen incienso y mirra

para perfumar el alba.

 

Eran cositas sencillas:

una muñeca, un paraguas,

un cuaderno de colores,

una sillita, un pijama...

 

También unas castañuelas

para cantar sevillanas.

 

A veces cosas precisas

cuando el dinero faltaba:

un abriguito de punto,

unas zapatillas grana,

unos calcetines rosa

y dulces de calabaza.

 

Y hasta pude yo tener

en una de esas mañanas

unos zapatos “Gorila”

esos que tanto anhelaba

para saltar y brincar

por las calles de Paradas.

 

El pueblo que fue mi cuna

en esta tierra del Sur

que llaman la verde y blanca:

blanca de cal y de luz

verde de verde esperanza.

 

Un pueblo como Alcalá,

como Utrera o Aznalcázar, 

El Coronil  y Carmona,

Dos Hermanas y Cazalla...

 

Todos hijos de Sevilla

esa perla cultivada

en las artes del saber

y en los duendes de la gracia.

 

A la tierra que piso

cantar quisiera

montones de gavillas

hay en la era…

                       

Por fin vienes al Sur

agua de primavera

para regar los prados,

los montes, los caminos, 

el trigo y los olivos,

la huerta y las veredas.

 

Eres caudal prodigioso

para la tierra sedienta.

contigo crece la vida

y resucita la siembra.

 

Romántica y soñadora

cargada de finas perlas.

Huraña, devastadora,

si caes furiosa y fea.

 

Inseparable amiga

del hombre labrador

por tu gracia tenemos

la venturosa dicha

de ver en primavera

los naranjos en flor.

 

A la tierra que piso

cantar quisiera…

 

La parva está extendida

y el sol calienta

los frutos y las flores

que da la tierra.

 

Esa tierra regada

con los sudores 

de los hombres del Sur,

los labradores.

 

Con amor y trabajo

sacan de ella

el pan blanco y dorado

que nos sustenta.

 

Qué bonita es la cuna

que tuve en suerte

mecida por la mano

de viejos duendes.

 

Aceitunita verde,

rama de olivo.

Sarmiento de la parra

que da buen vino.

 

A la tierra que piso

cantar quisiera

montones de gavillas

hay en la era…

 

Las espigas derraman

granos dorados

cuando tocan a gloria

los días santos.

 

Cigüeñas en la torre

de San Eutropio

repican las campanas

el día del Corpus.

 

Esa niña de azúcar 

que ha comulgado

los pétalos de rosa

va derramando.

 

Mocitas despertando

al amor primero. 

Guirnaldas de colores

juncia y romero

para tejer alfombras 

que van al cielo.

 

La cal de las paredes

y el aire azul

se funden en abrazo

de blanca luz.

 

La tarde engalanada

de encaje y terciopelo

con el sol y la luna

tuvo  un acuerdo:

 

Vamos a un rinconcito

de Andalucía

donde el arte es costumbre

de cada día.

 

Corre niña bonita,

linda azucena…

Coge tu canastilla

de flores nuevas.

 

Ponte tu traje blanco 

de encaje y seda

y derrama tu gracia 

por las aceras.

 

CANTAR QUISIERA…

 

En la blanca Andalucía,

entre Arahal y Marchena,

hay un lugar que perfuma

de aromas toda la vega.

 

Tiene esa villa una fuente 

que la llaman el Pilar

y el agua fluye perenne

por su rico manantial.

 

Fue su función secular

de abundante abrevadero 

cuando saciaba a las yuntas

de los jóvenes yunteros.¨

(…)

 

NOCHES DE ESTÍO

 

Quiero contarte,  mi niña,

esos recuerdos tan bellos 

que llevo en el corazón:

¡los veranos de mi pueblo!

 

Las casas tienen un patio

y se les pone una vela

para proteger del sol

las flores en las macetas.

 

Son geranios y claveles,

gitanillas, hierbabuena.

La estancia queda oscurita

con aromas a canela.

 

El búcaro está en el arco

fresquito de la escalera

y siempre alivia la sed

a la hora de la siesta.

 

¡Ay, la hora de la siesta!

El sosiego y el descanso

en la penumbra serena

cuando pasaban los años

sin que yo me diera cuenta…

 

En las noches estrelladas

cuando el calor apretaba

se reunían los grupos 

a la puerta de las casas.

 

Contaban los chascarrillos

con esa gracia perfecta

que han regalado las musas 

a las gentes de esta tierra.

 

La madrugada avanzaba

entre bromas y entre veras.

Abanicos en el aire,

risas que revolotean.

 

Mecedoras de rejilla,

bancos y sillas de enea…

Y el abuelo adormecido 

en aquel viejo sillón 

donde entraba de perfil

un rayo de luna llena.

 

Las campanas en la torre 

de la parroquia cercana

recordaban a los novios 

que ya se acabó la pava.

 

Al llegar el nuevo día

tempranito, con la fresca,

se limpiaban los zaguanes,

se barrían las aceras.

 

Antes de ir a la compra

regábamos las macetas

y rebosaban los cántaros

para hacer el agua fresca.

 

La vida se deslizaba 

como en un reloj de arena.

Sin prisas, pero sin pausa.

Entre penas y alegrías

entre risas y tristezas. 

 

Las madres nos educaban 

para hacer bien las faenas:

limpiar, lavar, blanquear,

planchar, fregar, cocinar,

ir a mandados, bordar…

 

Todo en  perfecta armonía

con andaluza destreza.

Cultivando la costumbre

de adelantar la tarea

para poder descansar

en esa hora sagrada 

que aquí se llama la siesta.

 

¡Ay, la hora de la siesta!

Cuando pasaban los años

sin que yo me diera cuenta...

 

Porque el tiempo de la infancia

Vuela como una cometa. 

 

 

Lola Rodríguez Cortés

Poemas de Lola: Texto
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